El libro. Hay en la poesía de Misael Ruiz una particular armonía entre verso y pensamiento que sólo puede aprehenderse en la imagen, que no es otra cosa que el saber estar ahí. Porque la experiencia que da origen al poema nunca se basta a sí misma, ni justifica que una conciencia poética trascienda en canto. Para ello se requiere precisión en el uso de la lengua, un desprendimiento que no permite a la escritura apoderarse del supuesto yo que construye el poema, sino que en su conciencia de ser un elemento más de la experiencia, simplemente hace del poema un dar las gracias por haber estado ahí.
Es así que el poema nace del «empeño humano por detener el tiempo», pues acaso «la esencia de las cosas consiste únicamente en su simple suceder ». Como concluye Gómez Toré en su prólogo, a los poemas de este volumen subyace «una ética que nos invita a la contemplación y al goce, aceptando nuestra condición pasajera: “quizás nuestro único / propósito era estar ahí, / ser un tiempo fulgor, luego silencio”».
El autor. Misael Ruiz (Bruselas, 1960) pasó su infancia transcurrió en África hasta que en 1974 su familia se instaló en España. Actualmente, reside en Barcelona. Tras su paso por la fotografía, publicó primero traducciones de poesía antes que sus propios versos, a la manera de los pintores cuando copian a los maestros para aprender el oficio: «Hay, por supuesto, un aprendizaje práctico que le debe muchísimo a la traducción y, espero, una mayor capacidad para escribir —o hallar— poemas en ámbitos de la experiencia que antes le estaban vedados».
Es autor de los libros de poesía El hueco de las cosas (Trea, 2010), Todo es real (Pretextos, 2017; premio Antonio Oliver Belmás, 2016) y Renga (2022, junto con Juan Pablo Roa y Alberto Silva).
Ha traducido a R. S. Thomas, Clive Wilmer, Catherine Pozzi, George Herbert (junto con Santiago Sanz; premio de Traducción Ángel Crespo, 2015) y George Santayana. Asimismo. Dirige, desde 2015, la revista digital de poesía Mecanismos.
«Su mirada se convierte en una necesaria lección de transparencia. Como si el poema fuera una ventana en la que el que mira aprende a ir desapareciendo poco a poco a fin de que emerja lo mirado, de que sea posible, en efecto, una idea de mundo.»
José Luis Gómez Toré
El esclavo
Morir y volver a nacer.
Olvidar después. No
aferrarse a nada, ni siquiera
a las palabras. Observar
cómo cambia todo en silencio.
No luchar contra sí mismo
ni contra el espíritu esquivo
que se burla suavemente
de nosotros. Ser su esclavo,
dejar que el mundo
se abra en nuestras manos.
Misael Ruiz