Portada de libro con una hoja seca en un fondo de tierra. Texto en la parte superior que dice 'George Herbert, antología poética'. En la parte inferior, el logo y nombre 'Animal Sospechoso, editor'.

George Herbert

Antología poética

Edición y traducción de Misael Ruiz y Santiago Sanz

Premio Ángel Crespo de Traducción

ISBN 978-84-942808-0-1

176 páginas

El libro. Antología bilingüe, traducida, anotada y prologada por Misael Ruiz y Santiago Sanz. Galardonada con el premio Ángel Crespo de traducción en 2015, es una edición, la primera de Herbert en español, que recoge los poemas que, a juicio de los antólogos, establecen un diálogo estrecho con la tradición poética contemporánea. Los poemas son, más que testimonio, confesión íntima, confidencia sentida, y si su acento nos toca hondo es porque propenden a la emoción. Hablan al corazón sin desdeñar el pensamiento, pero no son en absoluto sentimentales; no podrían serlo, teniendo como tienen su origen en una morosa meditación sobre Dios, la vida y la muerte.

Según el prestigioso crítico Andreu Jaume, en su reseña a este volumen en el suplemento literario El Cultural de El Mundo, «Misael Ruiz y Santiago Sanz han seleccionado, anotado y traducido cincuenta poemas de Herbert, espléndidamente editados por Juan Pablo Roa en Animal sospechoso, la editorial que ahora nace de la revista del mismo nombre. Se trata sin duda de uno de los libros más importantes que se han publicado este año [2014], no sólo porque descubre al lector español a un poeta fundamental, sino también por el oído, el rigor y la atención al detalle de los responsables. La traducción sabe atender a cuestiones métricas y desplazar el original, creando una música verbal autónoma. En el prólogo, Ruiz Albarracín condensa lo esencial para presentar al poeta. Y en las notas, Santiago Sanz amplía con discreción y saber las herramientas para interpretar los poemas».

El autor. George Herbert (1593-1633) pertenecía  a una de las familias más influyentes de la Inglaterra isabelina y jacobea. Tras estudiar en el Trinity College, fue nombrado orador de la universidad de Cambridge en 1620. Mantuvo una estrecha relación con los mayores intelectuales de su época, como John Donne, Francis Bacon y el obispo Lancelot Andrewes, principal traductor de la King James Bible (1611). A la edad de treinta y siete años se retira a la pequeña parroquia de Bemerton donde, alejado del gran mundo y rodeado de campesinos iletrados, escribe durante los pocos años que le quedan de vida la mayor parte de su obra. En el momento de su muerte enviará el manuscrito con sus poemas a Nicholas Ferrar, fundador de la comunidad de Little Gidding, para que, si «podían ser de ayuda a algún alma afligida, los hiciera públicos y, si no, los quemara».

La reciente publicación de Antología poética de George Herbert debe celebrarse como sin duda se merece, no sólo por tratarse de la más amplia versión castellana publicada hasta hoy de un poeta central den la tradición europea sino también por el notable esfuerzo de traducción que representa. […] Herbert posee una voz inconfundible, volcada siempre en lo devocional, un tipo de escritura que vuelve inseparables la expresión de la interioridad espiritual y el designio meditativo tan comunes ambos al viejo ideal ascético. […] el trabajo de traducción aquí llevado a cabo muestra cómo el rigor y la sensibilidad nos permiten contar ya con un George Herbert en español lo bastante amplio como para tener una imagen precisa de esa poesía en nuestra lengua.

Andrés Sánchez Robayna

«“Amor (3)” es el poema más hermoso del mundo. Lo he aprendido de memoria y a menudo, en el momento culminante de las violentas crisis de dolor de cabeza, me he dedicado a recitarlo poniendo en él toda mi atención y abriendo mi alma a la ternura que encierra. Creía repetirlo solamente como se repite un hermoso poema, pero, sin que yo lo supiera, esa recitación tenía la virtud de una oración.»

Simone Weil

«La exquisita variedad formal de sus poemas son un ejemplo de inventiva inagotable, sin paralelo en la poesía inglesa.»

T.S. Eliot

Amor (3)

Me llamó Amor: mas vaciló mi alma,

de polvo y de pecado llena.

Amor, veloz, mi desmayo advirtiendo

desde que entrara yo primero,

se me acercó, dulcemente inquiriendo

si alguna cosa me faltaba.

Un huésped, contesté, digno de ti:

mas dijo Amor, ése eres tú.

¿Yo, el áspero, el ingrato? Ah, Señor,

yo no puedo mirarte a ti.

Amor tomó mi mano sonriendo:

¿y quién tus ojos hizo sino yo?

Cierto, mas los eché a perder: arrastro

en mi deshonra mi castigo.

¿No sabes, dijo Amor, quién con la culpa

cargó? Cuenta, Señor, conmigo.

Siéntate, dijo Amor, prueba mi carne:

entonces me senté y comí.

George Herbert